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Samkasiña. Sueño real

por René Valenzuela Aedo
SABER HACER, PARA SABER SOÑAR, PARA SABER VIVIR

Durante el solsticio de verano, las culturas andinas prehispánicas celebraron año tras año el ciclo del tiempo a través del culto al IQIQU. Celebración que solo se vio interrumpida durante los tiempos de la colonia donde, amenazada con la desaparición, pudo mantenerse viva gracias a los creyentes que se reunían clandestinamente en el secreto de la noche para consagrar a esta deidad, relacionada con la fecundidad y la reproducción, a través del intercambio de ILLAS; pequeñas figuritas que replicaban elementos naturales que significaban bienestar. Algunos registros históricos señalan que, después de la sublevación indígena de 1781, el ritual al IQUIQU reaparece en la ciudad de la Paz con la fiesta de Alasita donde nuevamente la celebración se hizo pública. El IQUIQU cambia su imagen femenina, tomando aspecto masculino y rasgos occidentales, comenzando además a hacerse conocida con el nombre de EKEKO. Las ILLAS por su parte, ya no solo representan elementos naturales, sino también objetos que encarnan los valores económicos y espirituales de su tiempo.

Hoy, la fiesta de Alasita –que significa comprar y vender en lengua Aymara- vive nuevamente cada año en vísperas del 24 de enero, cuando se devuelven las ILLAS pasadas al fuego purificador, para dar lugar durante la mañana a un recorrido ritual por el mercado de miniaturas, donde se las busca y adquiere, con la creencia de que los objetos que representan se convertirán en realidad. Las ILLAS son así compradas, intercambiadas, prestadas o regaladas, en un rito que finaliza cuando bajo el sol de medio día son “sahumeriadas” por los YATIRIS (sabios) con ofrendas al IQIQU, la Pachamama y el Padre Sol; rito que paralelamente realizan sacerdotes en iglesias, bendiciendo las Illas ante las imágenes del culto católico. La alasita expresa así , en su sincretismo, una tradición de deseo, fe y esperanza, que convoca a todas las culturas y clases sociales, en un rito que busca la abundancia y el bienestar.

La Alasita es el lugar -un tiempo y espacio singular- donde economías materiales e inmateriales se hacen presente en el rito de intercambio, que es también de creación y producción de imaginario; donde los artesanos tienen un lugar de relevancia en la elaboración de miniaturas, que son a su vez artefactos que expresan las dinámicas sociales y culturales del pueblo; junto con reclamar –en su hacer- la valoración pública de la artesanía tradicional y el conocimiento transferido de una generación a otra, haciendo que los principios de esta fiesta se preserven y reproduzcan; sobreviviendo a los oscuros tiempos de exterminio y colonización, junto con resistir la hegemonía del neoliberalismo triunfante y su globalización aculturizante. Resistencia que subvierte los mecanismos globalizadores, expandiendo la fiesta por distintos lugares de la América Andina e introduciéndose en nuevas comunidades. Valores llevados por los migrantes bolivianos, quienes encarnan el espíritu nómade de la ILLA-IQIQU (EKEKO) y que con fe vibrante reclaman cada año el espacio público no solo para compartir deseos individuales, sino como lugar de manifestación intercultural que traspasa las fronteras sociales, de clase, de género y étnicas.

El 24 de enero recién pasado, la Alasita fue instalada en el Museo de Arte y Artesanía de Linares como resultado del encuentro que hace años atrás tuvieron -en la Paz, Bolivia- las artistas Carola Cofré y Rocío Chuquimia; encuentro que luego fue reunión y que a comienzos de este año fue también residencia en Colbún, Chile. “Samkasiña. Sueño real” fue un lugar de intervención; una exposición de artesanías, una acción de arte, un acto de fe y manifestación al mismo tiempo -pero en este otro lugar que es Linares, Chile- de la fiesta de Alasita. Una miniatura, quizás, modelada por las artistas como ILLA que expresa el deseo y la necesidad de residir; de habitar un mismo suelo y un mismo cielo. Deseo y necesidad de un lugar de igualdad para una sociedad plural que crece y es capaz de mirarse, reconocerse y construirse a sí misma, a través de la energía de sus tradiciones y ancestrías.

EXPOSICIÓN “Samkasiña. Sueño real”
Artistas: Carola Cofré (Chile) – Rocío Chuquimia (Bolivia)
MUSEO ARTE Y ARTESANÍA DE LINARES
REGIÓN DEL MAULE
2019

Texto e imágenes
René Valenzuela