No tenemos dudas de que la crisis actual es total y que afecta a los mas diversos ámbitos que cruzan la vida propia y la de los demás. También sabemos que la educación es uno de los ámbitos donde esta se manifiesta con mayor elocuencia y brutalidad, reproduciendo individualismo, competencia, desafección y apatía; perpetuando la desigualdad y asegurando la inamovilidad del modelo imperante. Esto nos hace pensar que es de suma importancia poner la atención en la educación como un hecho social, donde junto con el mandato de enseñar y aprender, comprendamos que es por sobre todo una forma de llevar la vida juntxs. (Curioso resulta pensar que los programas de educación se enfoquen en la enseñanza de habilidades para la vida cuando -no pocas veces- la vida de nuestras propias comunidades se encuentra carente de herramientas que nos permitan cultivar un buen vivir; descomprimir las exigencias, resolver los conflictos y las dificultades que surgen en la convivencia diaria). Pensar la educación como hecho social, es entenderla no solo como la transmisión de un conocimiento autorizado de generación en generación, sino también como la manera en que prestamos atención a lxs otrxs y a todas las vidas -y cosas- de este mundo, del que compartimos; abriendo así caminos para ir creciendo, desarrollándose e ir descubriendo juntxs; acompañadxs y en correspondencia.
Hace un tiempo escuchamos a alguien decir que, antes de que la palabra leer existiera, lxs pequeñxs de la tribu aprendían del cazador experimentado por lo que debían poner su atención en como este iba leyendo las huellas de los animales que serán su alimento. De igual modo el campesino debe saber leer las nubes, el viento, el color y humedad de las hojas, para asegurar la vida de sus cultivos. Lo mismo sucede con las recolectoras, quienes saben leer la flora y sus frutos, para identificarlos y recoger de ellos sus propiedades benéficas.
Estas labores y muchas otras se comunican, transmiten y aprenden a través de las historias contadas de unos a otros. Se piensa que somos lo que somos, gracias a que hace muchos años atrás nuestrxs antepasadxs- una vez terminada la labor del día, compartían el descanso alrededor del fuego, acompañándose y prestándose atención unxs a otrxs; y que fue en ese lugar, al calor de las llamas -y al calor de las palabras- que comenzamos a imaginarnos y a construirnos.
Hoy, cuando los indicadores de nuestra educación nos dicen que no sabemos leer y que si lo hacemos no somos capaces de comprender lo que hemos leído, afectando de manera transversal a diferentes grupos etarios, sociales y de clase, es que resulta imperativo atender a las necesidades de comprensión lectora que el momento exige, entendiendo además que esto no es posible si no trabajamos en la restauración del lazo social y en la restitución de la confianza necesaria para salir de la crisis en que nos encontramos. Estamos convencidxs en la necesidad de promover la apertura de espacios creativos: de conversación, reflexión y afecto; lugares que nos permitan conocernos, compartir memoria e imaginación, reconociendo las historias que nos constituyen y proyectando posibilidades de un futuro situado y concreto (no de utopías lejanas), que nos queden a la mano y pueda significar un cambio real que favorezca la convivencia y el buenvivir de nuestras comunidades.
Por todo esto es que hemos querido abrir este espacio, un lugar donde se compartan vivencias y experiencias en torno a la educación; ideas, prácticas, situaciones y contextos desde la voz de sus cultores, comunidades y territorios. Una invitación a pensar y a «amenizar la enseñanza con la hermosa palabra, con la anécdota oportuna, y la relación de cada conocimiento con la vida», como nos dijera nuestra querida Maestra Gabriela Mistral
Descripción imagen:
«Escritura sobre el muro de una sala de clases, de un establecimiento de educación pública. 2023»