En tiempos de cuarentena, los animales han tomado otro protagonismo. Diferente al de los males que circulan bajo la forma de virus infames o en medio de una humanidad con miedo. La naturaleza, que suele pasar desapercibida en los tiempos rutinarios, ahí donde la vida social toma lugar más que todo, ahora se hace presente a nuestros ojos durante este encierro que paradójicamente la vuelve más visible.
Aparece la belleza de algunos pumas que bajan de los cerros para pasearse en esta ciudad anonadada. Los pájaros en los parques parecen festejar la salida de sus confinamientos temerosos para recuperar el cielo que les pertenece y la algarabía de sus madrugadas. Ya los escuchaba en otra parte, menos citadina, antes de la epidemia y de otras vicisitudes de la vida. Me sorprendía despertar al alba con el sonido múltiple de los pájaros de entonces. Ahora es otra sorpresa, porque aparece esa música de trinos apasionados en medio de los edificios en silencio.
Y ahí están también otros animales, domésticos como se dice, que circulan acompañados por sus dueños y dueñas durante los breves paseos que les otorga el permiso de los hombres. Hay algunos que se atreven, envalentonados por el temor de las familias confinadas, a recorrer de otro modo esta urbanidad bajo amenaza.
Una gata oscura llega todos los días a mi departamento. Se pasea como Pedra por su casa, arrollándose por algunas horas en la alfombra de la entrada. Me he informado que es la gata de una vecina del piso de arriba, empoderada del condominio como si fuese dueña de este territorio. Lo curioso es que dejo todas las puertas y ventanas cerradas antes de partir a dormir, pero aún así me despierto a las 4 am y la veo mirándome con sus ojos de piedra y la acompaño a la salida antes de volver a la cama y quedarme despierto unas horas más.
La soledad y las catástrofes despiertan antiguos pensamientos. Pensé que la gata llegaba todas estas noches sin pedir permiso porque era un fantasma bueno. Me ha enfrentado al recuerdo de otros seres, ahora desaparecidos. Un padre o una madre sepultados, duelos, un amor que ha dejado huella al despedirse.
Ahora sé que es una gata, simplemente. Y que sólo está aquí para recordarme que la vida continúa, aún.