Todas las semanas, ferias libres y persas, irrumpen en alguna calle de pueblos y ciudades con su cotidiana intermitencia. En ellas, hay que llegar temprano para “ganar” un buen puesto; lo que varía según como esté el clima. En verano es necesario buscar la sombra generosa de algún árbol, en invierno – si no alcanzó para compran un plástico o un toldo- buscar algún muro cubierto con alero amplio que pueda dar freno a la lluvia.
Una vez que se han ordenado para la venta las cosas acumuladas durante toda la semana, se espera pacientemente que comience a llegar la gente.. Con la ilusión de que sea un buen día se comparten -entre risas- los cigarros, churrascas, sopaipillas y el agua calentita que anima la conversa entre amigos, vecinos y clientes. Allí, son todos de la misma condición social, todos iguales; gente que solo tiene para salvar el día: jornaleros, choferes, profesores, secretarias, vendedores ambulantes, asesoras domésticas , estudiantes, inmigrantes y sus familias; quienes vienen a comprar para que las “moneas”, siempre escasas, rindan lo que más se pueda.
Así se asegura la comida, comprando de a poquitos, no como en el supermercado o el donde todo es caro y viene en paquetes grandes y sellados. Además, con un buen regateo y con suerte, siempre se encuentra algo barato que llevar a la casa…un par de zapatos, un juego de loza, una tele vieja o un juguete que, aunque sea de segunda , tercera o cuarta mano, siempre resulta conveniente porque de otro modo sería imposible llegar a tener. Es así que, de vez en cuando, las risas de la mañana vuelven al terminar la jornada; con la alegría y la esperanza de saber que, como todas las semanas, la calle será tomada nuevamente –juntos- para sobrevivir.
Texto:
Laboratorio Transdisciplinar de Prácticas Sociales y Subjetividad / LAPSOS
Publicado originalmente en inserto Periódico El Desconcierto
Mala Compañía Nº 4 /Calle.
Agosto de 2013
Imágenes:
MERCADO PERSA BIOBÍO; Santiago de Chile Aldo Fontana (Fotógrafo) 2010-2018